martes, 8 de noviembre de 2016

El paisaje cultural de una guerra.


El dominio del territorio ha formado parte de la lucha por la supervivencia de los grupos humanos a lo largo del tiempo. El resultado de cómo se han explotado los recursos naturales de un espacio geográfico durante siglos por las sucesivas organizaciones humanas ha conformado nuestro paisaje. La evidencia de esta perspectiva diacrónica son los cuatro biotopos que se suceden en la actualidad en la demarcación histórica de La Serena: Zonas de Sierra, Humedal, Dehesa y Semi-estepa. Y sobre ellos se localizan los núcleos urbanos, el trazado de las vías de comunicación, los modelos de explotación agropecuario…


El fracaso del golpe militar contra la democracia Republicana fue escenificándose en determinados lugares del espacio geográfico extremeño. La opción de los insurgentes de llegar a Madrid por Extremadura empezó a configurar el escenario general de lo que fue la guerra en nuestra región. Y si nos acercamos a un plano más local y tomamos el caso de la localidad de Valle de La Serena, su ubicación en el espacio comarcal de La Serena y su entorno natural formaron parte del importante escenario bélico en el que se convirtió. De hecho el frente de guerra se fijará en su término municipal a lo largo de un eje Sureste-Noroeste que coincide con el valle del río Guadámez. Éste a su vez se encaja entre líneas de sierras que sirvieron de asiento para el establecimiento de las fortificaciones. La disposición natural de dichas líneas de sierra siguiendo ese eje hizo que el paisaje fuera estructurándose con arreglo a esa disposición natural, definiendo así las zonas de vanguardia y de retaguardia, entre las primeras líneas de combate (establecidas entre una línea de sierra y otra situada enfrente) y la tierra de nadie (normalmente situada en las vaguadas y zonas bajas entre una sierra y otra). El control de las vías de comunicación fue esencial. Carreteras como la de Puebla de la Reina a Valle de La Serena, o más al sur la de Campillo de Llerena a Higuera de La Serena, rápidamente fueron fortificadas por las fuerzas republicanas. La llamada “guerra de columnas”, que tanto éxito tuvo para el avance de los nazis en la guerra europea, ya fue puesta en práctica en España principalmente por los rebeldes.


 

 
Por ello, la ocupación de las zonas elevadas, llamadas “cotas” en la terminología militar, se vuelve esencial en tiempos de guerra, y la manera en que se llevó a cabo la elección de los mejores emplazamientos y la fortificación de los mismos era algo que se ejecutó con la mayor de las precisiones durante la guerra. De hecho, el ahorro de tiempo y material eran vitales, por lo que las “cotas” idóneas eran las que permitían un mejor control de los caminos y carreteras, optimizando la cobertura de éstos y el ahorro de hombres, tiempo y material, pero también se primaba en la elección de las cotas a ocupar las que contasen con farallones rocosos que sirvieran como parapetos naturales, lo que ahorraba tiempo y energía. Basta un simple paseo por la Sierra de Guadámez o por las lomas que rodean Valle de La Serena por el Oeste para entender la cuidada y acertada elección de las posiciones republicanas que defendieron este flanco del frente de guerra hasta finales de julio de 1938. 
 
Con todo, resulta lógico que la presencia del río Guadámez y de las citadas vías de comunicación redunden en un espectacular entramado de fortificaciones y trincheras, fruto de esa necesidad de controlar los accesos en una guerra que se hace en buena medida por carreteras y caminos con esas columnas motorizadas. Se crea así un auténtico paisaje de guerra, o, para ser más exactos, se “actualiza”. Este hecho no es nuevo en nuestra comarca, pues este mismo río junto con el Ortigas y el Zújar desde la Prehistoria, tuvieron un importante papel en la articulación del territorio, controlando los accesos a la comarca que se abren desde estos tres valles. Y debido a ello, en numerosos casos las fortificaciones de la Guerra Civil comparten aquí espacio con otras más antiguas, desde época calcolítica a época medieval. En definitiva estamos ante lugares e intereses comunes a las necesidades de la guerra a lo largo del tiempo, intereses que tienen su plasmación más evidente en la fortificación del paisaje y la reocupación de aquellos lugares más idóneos para llevarla a cabo.

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