domingo, 23 de octubre de 2016

Fortificar para la República: de albañiles a soldados



En el paraje de “Cañada Honda”, en Valle de La Serena (Badajoz), se localiza un buen ejemplo de fortificación militar. Se trata de un nido blindado, diseñado para alojar una ametralladora y a sus servidores, no más de tres personas, al que se accedía por detrás, siguiendo un sistema de trincheras excavadas en zig-zag para impedir quedar descubierto ante el enemigo. Esta posición está relacionada con otros cinco nidos blindados, un conjunto fortificado por el Ejército Republicano y estrechamente ligado al control del puente sobre el Guadámez y de la carretera que unía Valle con Palomas y que quedó cortada por el Frente. 
                                Nido blindado protegiendo el acceso al puente sobre el Guadámez.





El nido está ejecutado con hormigón armado y encofrado, aunque en este caso en su construcción también se utilizaron materiales locales, como el ladrillo macizo, cuyas medidas y arcilla coinciden con las de los ladrillos utilizados en muchas casas del cercano pueblo de Valle, y es que se trata de ladrillos fabricados aquí, a lo que hay que añadir que tradicionalmente cada pueblo tenía sus medidas y sus barreros para fabricar sus tejas y ladrillos, y por ello no resulta difícil comprobar el origen de estos elementos. Además, se ha observado en este y en otros fortines del municipio que el encofrado normalmente tiene una parte interna de piedra también local muy bien careada, que posteriormente quedaría oculta tras el hormigón, e incluso a veces el encofrado arranca de un zócalo previo de piedra colocada a “caravista”.
 
Detalle decorativo del interior del nido blindado.

Basta un simple vistazo a estos fortines y comparar cómo se disponen y aparejan las piedras de sus paramentos con muchas paredes de edificios civiles repartidos por el entorno, como antiguas casas de campo y encerraderos, o las propias casas del pueblo, para adivinar detrás de ellos la mano de albañiles y maestros locales, movilizados por las autoridades republicanas para la fortificación militar. Resulta igualmente llamativo el rejuntado que se ha podido identificar en el cercano nido blindado de “El Rondaero”, también en Valle, una decoración habitual en construcciones civiles y religiosas a lo largo del tiempo, consistente en tapar con un encintado de mortero la línea de unión entre las piedras de la cara de un muro, y además decorando esa junta con una incisión lineal, que quiere evocar y redondear la línea de las piedras que ha quedado tapada, una decoración innecesaria y por supuesto extraña en una edificación tan “funcional” como un nido de ametralladora. Incluso en un sitio así es posible adivinar rasgos de humanidad e imaginarnos al maestro enseñando al aprendiz cómo hacer este tipo de decoración, aunque el sitio no fuera el habitual.
 
Grafiti sobre uno de los muros del nido blindado.
     También en el nido de “Cañada Honda” podemos observar un grafiti realizado con un objeto punzante (la punta de un simple palo, por ejemplo) sobre el mortero aún fresco y con un innegable gusto y esfuerzo estéticos en el trazo de letras y números, cuyo ejecutor incluso se permitió realizar bucles y adornos en ellos. En el grafiti puede leerse “AÑO 1937”, legándonos así un testimonio impagable del momento en el que se construyó el fortín. Este simple hecho, el de firmar o escribir algo, unas iniciales, un lema, una consigna o una fecha, es algo inherente al ser humano desde tiempos inmemoriales, necesitado siempre de “dejar constancia” de su presencia en el territorio, y máxime en momentos tan trascendentales.
Calco del grafiti.


martes, 11 de octubre de 2016

VALLE DE LA SERENA. HUELLAS DE UN BOMBARDEO INCIVIL

        
      Mientras estábamos haciendo fotos a una ventana de la calle Sola, en Valle de La Serena, se nos acercó un vecino de avanzada edad. Nos preguntó que qué estábamos haciendo con la fachada de su vecino. Entonces empezamos a explicarle que hacíamos fotos a la ventana ya que conservaba huellas de metralla.


           Y gracias a la búsqueda de la evidencia arqueológica  de la Guerra en el ámbito urbano la memoria del vecino nos llevó al tiempo en el que se produjeron los impactos que podemos observar en las fotos. El vecino era pequeño por aquellos años, apuntando a la pubertad, pero recuerda perfectamente cómo sucedieron los hechos. Cómo en la calle Sola fueron a parar buena parte de las bombas que la aviación “fascista” tiró en aquellos días de la Guerra contra Valle de La Serena. Señala las casas que fueron afectadas, como la que aparece en la fotografía que fue destruida por completo, y como la suya que perdió toda su techumbre. Al parecer el bombardeo tenía como objetivo la voladura de un polvorín que los republicanos, según creencia popular, tenían instaladas en las escuelas públicas, en la misma acera de casas, y que actualmente es el Hogar del Pensionista. Por ello dice que menos mal que no acertaron con el polvorín ya que si así hubiera sido habría volado por los aires toda la calle y con ella todos sus vecinos. Pero si murió gente. Ese día fueron heridas varias personas y murieron tres mujeres.


            Los impactos, tres, son marcas producidas por fragmentos de hierro resultantes del estallido de una bomba de aviación, metralla y esquirlas que cortaron los barrotes como si fuesen de mantequilla. Nuestros pueblos conservan aún muchos vestigios de este tipo como impactos de bala ocultos tras la cal y que reaparecen cuando les da el sol, dinteles dañados por la metralla de las bombas, rejas y barrotes torcidos, etc. Todos ellos son restos que podemos considerar arqueológicos, ya que nos ayudan a reconstruir los escenarios de una guerra pasada. Se trata de elementos que están insertos dentro de un discurso histórico que nos muestra cómo la guerra llega a un pueblo, en definitiva,  “forman parte de los paisajes de guerra”. Y a esa evidencia física, que a buen seguro permanecerá en el tiempo, se une aún la memoria perecedera de los que vivieron ese primer bombardeo aéreo en la larga Historia de Valle de La Serena. Vivencias que nos trasladan los efectos que tuvieron las modernas estrategias de violencia y  miedo contra la población civil. Una memoria que se va desvaneciendo, que por ley natural se apaga, pero que  aún nos conmueve al comprobar por su testimonio que aquello que vemos día a día en las noticias también lo sufrieron nuestros abuelos.